Mi práctica artística es una constante búsqueda de la esencia, un proceso de despojar las formas y los conceptos de todo artificio para llegar a la verdad que reside en su núcleo. El minimalismo es un hilo conductor en lo personal y en lo profesional. Esta filosofía también ha definido la elección del papel como mi medio primordial: un material humilde y primitivo, a la vez efímero y accesible, que funciona como archivo físico de la memoria.

Actualmente, la arquitectura ocupa un lugar central en mi trabajo. Más allá de ser una forma física, la concibo como un paisaje mental cargado de memoria personal y significado universal. Desde siempre, he soñado con espacios: casas infinitas, estructuras inacabadas, escenarios sumergidos en agua. Mi inconsciente utiliza estos lugares como metáforas que reflejan mi psique, territorios donde convergen el orden y el caos.

A través de mi obra, transformo estos espacios en contenedores emocionales, testimonios visuales de lo que se construye, se desmorona y se recuerda. Así, la arquitectura trasciende su función como escenario físico para convertirse en un lenguaje emocional, una narración de lo que somos y de lo que hemos sido.

Mi práctica artística es una constante búsqueda de la esencia, un proceso de despojar las formas y los conceptos de todo artificio para llegar a la verdad que reside en su núcleo. El minimalismo es un hilo conductor en lo personal y en lo profesional. Esta filosofía también ha definido la elección del papel como mi medio primordial: un material humilde y primitivo, a la vez efímero y accesible, que funciona como archivo físico de la memoria.

Actualmente, la arquitectura ocupa un lugar central en mi trabajo. Más allá de ser una forma física, la concibo como un paisaje mental cargado de memoria personal y significado universal. Desde siempre, he soñado con espacios: casas infinitas, estructuras inacabadas, escenarios sumergidos en agua. Mi inconsciente utiliza estos lugares como metáforas que reflejan mi psique, territorios donde convergen el orden y el caos.

A través de mi obra, transformo estos espacios en contenedores emocionales, testimonios visuales de lo que se construye, se desmorona y se recuerda. Así, la arquitectura trasciende su función como escenario físico para convertirse en un lenguaje emocional, una narración de lo que somos y de lo que hemos sido.